NADIE PUEDE SER AYUDADO, SI NO SE DEJA AYUDAR.
Siempre he
dicho que cuando viene el aguacero, no viene con una sola gota; pues así
también ocurre con los problemas que se presentan en la vida, todos llegan a la
vez.
Recientemente
alguien quién amo con todo mi corazón se me acerco para decirme que no podía
más con su carga. Como suele suceder, después de quedar asombrada por su
situación, procuré buscar alternativas viables para brindarle la ayuda que
necesita.
Procedí a buscar apoyo de otros seres queridos y juntos trabajaríamos
como equipo para asistir en el proceso de recuperación de nuestro ser amado.
Fue para mí una gran decepción saber que una vez más esta ayuda sería rechazada, muy
a pesar de la necesidad presentada y evidente.
Miles de
preguntas invadieron mi mente y luego de analizarlas concluí lo siguiente:
NADIE PUEDE
SER AYUDADO, SI NO SE DEJA AYUDAR.
Pueden
surgir miles de oportunidades de ayuda pero si la persona no reconoce que
existe un problema y que debe ser trabajado, seguirá con sus patrones de
autodestrucción.
Muy a pesar de la disponibilidad de ofrecer esa ayuda, si la
persona no está preparada para recibirla, no podemos obligar a que ocurra.
Todos
tenemos situaciones y conflictos que nos agobian, adicciones que nos arropan y
pensamientos negativos que nos invaden o nos invadieron en algún momento de
nuestras vidas.
¿Recuerdas
alguna?
Piensa, ¿cómo
lograste salir del agujero negro?
¿Alguna
vez rechazaste algún consejo o ayuda ofrecida en ese momento?
¿Surgió
algún evento que hizo que analizaras el modo de llevar su vida en ese momento?
Casi
siempre (para no decir la mayoría de las veces) los cambios ocurren después de
un gran desafío o experiencia impactante que nos hace despertar consciencia sobre el camino que estamos eligiendo.
Esas
sacudidas repentinas que nos viran nuestro mundo al revés, como un grito
celestial redirigiendo nuestro camino.
Quizás en
ese momento no nos percatamos, pero son esos eventos dolorosos que nos hacen
crecer y madurar. Nos educan a ser resilientes o nos destruyen. No hay
otra opción, las experiencias nos obligan a elegir y si nos resistimos a ese
cambio y al aprendizaje que nos quiere ofrecer, entonces estamos condenados a
repetir esas experiencias dolorosas una y otra vez hasta que ocurra.
El dolor
nos obliga a aprender.
No podemos, aunque quisiéramos, vivir las experiencias
de dolor de otr@s, ni obligarlos a que aprendan.
Cada vida es un mundo, cada
experiencia de aprendizaje es individual.
Muchas veces el tratar de evitar los
sufrimientos de otros puede hasta imposibilitar el cambio, porque no permitimos
que ocurra el evento que provoque ese despertar individual.
Entonces, qué podemos hacer?
Lo que si
podemos hacer es brindarle nuestro apoyo y nuestra empatía cuando SI estén
preparados para el cambio; recibirlos con brazos de perdón y apoyo.
Mientras
tanto solo queda esperar, aunque esa espera sea dolorosa, no solo para el que
necesita la ayuda, sino para todos y todas los que le aman.
Solo queda
esperar a que el proceso ocurra…un día a la vez.
Gracias por
leerme. Norah
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